“Oh Virgen, bella flor de nuestra tierra,
eres tú nuestra gloria y fortaleza,
madre nuestra y de Dios.
En burda tela avivas tu figura
con resplandor de lumbre celestial,
dando a tus hijos la graciosa
prenda de la vida inmortal.
Orna tus sienes singular
corona de gemas
que ofreciera la nación,
símbolo fiel del entrañable
afecto y del filial amor.
A Ti te cantan armoniosas voces
y te aclaman por Reina nacional
y el pueblo entero jubiloso
ofrenda el don de su piedad.
Furiosas olas a la pobre nave
contra escollos pretenden azotar;
tu cetro extiende y bondadosa
calma las olas de la mar.
Brote la tierra perfumadas flores
que rindan culto a tu sagrado altar;
prodiga siempre a la querida patria
los dones de la paz.
A Ti, Jesús,
el Rey de las naciones,
a quien proclama el corazón por Rey,
y al Padre y Padre
y al Espíritu se rinda gloria, honor y poder.
Amén”.
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